martes, 7 de diciembre de 2010

El recuento de los daños

¿Qué le sigue a las celebraciones patrias?



Emito esta opinión no desde un pedestal académico sino desde una perspectiva meramente vivencial, como cualquier ciudadano podría, ¿y cómo no hacerlo?, las mal llamadas celebraciones, pues más que ello son conmemoraciones; nos pertenecen. Somos parte del devenir histórico de una nación que tras caídas y tropiezos a sabido levantarse, o al menos sobarse las rodillas.

Me doy a la tarea de emitir un juicio de tales eventos hasta hoy, pues en un principio me negaba hacerlo, el fervor del bicentenario y centenario nublo por espacio de algún tiempo los medios de comunicación. Muchos ciertamente debieron preguntarse en tono retórico ¿y qué celebramos, que conmemoramos?

Mi respuesta era siempre cáustica; una masacre efectuada en aras del poder, una lucha por dominar y no ser dominado. Y descubría con cada palabra que emitía que en medio de esta comedia de poderes, existía un atisbo de verdadera revolución, de verdadero cambio; anhelo por el equilibrio y el bien común, sin embargo, miraba a mi alrededor y nuevamente retornaban las dudas, los cuestionamientos a una historia tan mitificada que hablar de ello es similar a tratar con dogmas afianzados a la carne misma.

Desde niños se nos vendió la idea de libertad, de patriotismo; nos contaron una y otra vez un heroico cuento que a fuerza de escucharlo lo creímos verosímil.
¿Pero que pasa? Y hablo desde mi muy personal punto de vista, cuándo al paso de los años las cuentas no te cuadran y observas con asombro que de libertad muy poco o nada tenemos. Al hablar de libertad no pretendo desmenuzar el término y sus implicaciones. No, pretendo abordarlo desde lo simple, desde las concepciones primarias, el bienestar social, la equidad; los valores por los que estas causas fueron iniciadas, al menos como fachada.

Observo a mi país desangrarse por la corrupción, una guerra ilusoria que no da resultados pero si genera muertos; escucho como las familias cuentan los pesos para poder medio vivir, y me pregunto ¿esto es libertad, esto es equidad? La clase política viviendo con fastuosidad en sus residencias pagadas con el dinero del pueblo, mientras la mayoría vive en una cruel miseria.

Durante años se lucho por un ideal, cientos de vidas fueron ofrendadas en el altar de las revoluciones, pese a ello, tras dos siglos continuamos viviendo en un país de desigualdad, de opresión en sus múltiples manifestaciones y como último resultado nos queda un país que obliga a cientos a encaminarse en dos vías tortuosas, el crimen o la migración, ambos merman la vida de un país. Uno lo mancha, lo destroza y atemoriza, lo mantiene sumido en una zozobra que lejos de ser un terreno fértil para la libertad lo mantiene esclavizado. La otra expulsa a sus ciudadanos que no encuentran en su patria forma posible para sobrevivir, huyen dejando todo atrás, entregando su trabajo a cambio de poco, y sobretodo de vejaciones soportadas en el marco de la ilegalidad. Es el país mismo el semillero del lastre de la inequidad, se encuentra infectado del fruto a la raíz.

Los festones tricolores han pasado, la pirotecnia que más que gozo causaba miedo pues se confundía con granadas y descargas, la iluminación motiva y los ¡viva México! han cesado. Lo único que dejaron a su paso fue basura en las calles y a mi ver un sinsabor en miles de mexicanos que no tuvieron absolutamente nada que celebrar. Si en verdad la clase dominante (el mismo hecho de hablar de una clase dominante constituye en si una ofensa a los “ideales” de los movimientos sociales del siglo XIX) hubiese querido legitimar las conmemoraciones, hubiera enfocado los recursos malversados en espectáculos, en la mejora del país y no solo en cumplir aquella vieja sentencia que reza, “Al pueblo pan y circo” Solo que desde hace mucho han olvidado el pan, las tortillas, la salud, la educación, en fin, una lista infinita de necesidades irresueltas.

A nosotros como ciudadanos nos resta no otra cosas que comenzar a vivir una revolución interna que nos haga concientes de nuestras carencias, pues creo yo la verdadera re-Evolución no es un cambio de poder o una masacre, sino un cambio en la estructura de pensamiento que promueva la equidad y la justicia, de esta forma y solo entonces podremos exigir con una voz verás nuestro justos derechos, por los que nuestros antecesores entregaron la vida y el alma misma.

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